Un café en Rosario - Argentina Tango / España

Nos espera Julián Augusto Paz en uno de esos clásicos bares rosarinos, típicos además de esa Argentina pampeana y gringa. Como lo sé un evocador de aquellas calles, esquinas, emisoras… bares, nos envía este comentario al que añade una selección de un artículo del diario La Capital. Gracias Julián, quería tomarme un capuccino con esas medialunas únicas. Allá vamos…
“Te mando estas notas sobre los cafés de Rosario que salieron en "La Capital", de los cuales por lo menos uno seguro que conociste. Podría agregar el "Tokio" que estaba enfrente del cine Capitol en calle San Martín al lado de la Granja Royal que tenía todavía el escenario para la orquesta de tangos. El de los japoneses de calle Santa Fé enfrente de la vieja Querencia. La Cosechera de San Martín y Rioja, haciendo cruz con "Los Dos Chinos", el viejo Sorocabana de calle Córdoba, y tantos otros que fueron puntos de encuentro de generaciones de rosarinos.
Una mención aparte para "El Cairo", ya que su nombre ha trascendido a nuestra ciudad gracias a los buenos oficios del inolvidable negro Fontanarrosa.
Quisiera recordar también a los almacenes y bares, tan gallegos en todo sentido (por los dueños y las costumbres), de los cuales los que quedaron grabados en mi memoria como mas importantes fueron: "El Telégrafo" de Entre Ríos y Santa Fe; el de "Velilla" en Mitre y Santa Fé; "El Pampa" de Córdoba y Paraguay; "El Ancla" en Maipú y San Juan y "El Sibaríta" en San Lorenzo y Corrientes, el Saigo de Corrientes y Pellegrini, al lado del cine Sol de Mayo.
Anteanoche recordaba a estos almacenes y bares con un compañero de secundaria (santafesino él) con el que nos juntamos en San Martín de los Andes, en esta provincia de Neuquén y hablábamos del prestigioso "copetín", que abarcaba toda la gama imaginable de bebidas con fuerte predominancia del vino "negro".
Para los que no los conocieron, estos lugares se caracterizaban por horizontalizar la sociedad. Sus concurrentes olvidaban las clases sociales para pasar a ser contertulios, sobre todo a medida que pasaba el tiempo y se consumía más alcohol. Era maravilloso ver departiendo al juez con el peón, al ingeniero con el albañil o al profesor con el portero, por separado o en grandes grupos, donde era obligatorio que todos y cada uno pagara la vuelta, aunque sin "tomo y obligo" ya que había una fuerte predisposición al trago”.
Julián Augusto Paz
Julio Augusto Paz añade esta nota de nuestro diario clásico, La Capital, escrita por Silvia Caraf, referido a un encuentro que se organizó para hablar y recordar nuestros bares rosarinos. Seleccionamos:
Para la vida cotidiana, los bares tienen la naturalidad de una panadería y en sus mesas se puede leer la historia de una comunidad, incluyendo sus sueños y fantasías. Los hubo de ramos generales, de copetín al paso, fondas de guisos suculentos y hasta en los trenes. Los hay buffet, snack y whiskerías, Escenarios de magos, músicos y bailarines, puentes para negocios y amores, glamorosos y de mala muerte, los bares y su anecdotario fueron el eje de las VI Jornadas de Historiadores y Cronistas Barriales, organizadas por el Museo del Barrio Refinería, y con la participación del Centro Cultural Cine Lumiere y el Grupo de Historiadores Barriales.
Las exposiciones tuvieron como eje historias de boliches famosos y legendarios, relatos sobre costumbres de dueños y parroquianos y evocaciones de mostradores, botellas y mobiliario en general. Además hubo reflexiones sobre roles ineludibles como el mozo y el papel de la mujer en la evolución de los bares. Tampoco faltó la mitología sobre las vivencias alrededor de sus mesas, pródigas en afectos, amores y negocios. Además, hubo una mirada sobre la actualidad de estos míticos sitios.
Entre esos bares, los diarios anunciaban el Café de París, en calle del Puerto, “digno de la cultura y el progreso de Rosario” y el Café de Peyrano, donde en 1868 se recibían donaciones “a favor de dos niños cautivos de 10 y 4 años, arrebatados de su hogar por los aborígenes”. Además del “muy bien instalado” café Arispe, sobre calle Córdoba, que en 1887 fue criticado por dejar jugar al billar en mangas de camisa. “Rogamos al propietario suprimir eso”, escribió El Ferrocarril el 20 de enero de 1867.
En 1891, los diarios hablaban del “espectáculo misterioso de fantasmas en el Café Español”. Musa y poesía. “Los bares son espacios que suelen relacionarse con la bohemia y la tertulia literaria”, dijeron las historiadoras Ana Bugiolacchi y Florencia Giménez, de la Universidad Nacional de Rosario, en su disertación sobre el poeta Jorge Isaías, en cuyos textos los cafés aparecen como escondite, oficina, punto de encuentro o trabajo. Y explicaron que la función simbólica de estos espacios/bares tiene que ver con la necesidad de escapar de una masa anónima: “la musa inspiradora es tal vez otra manera de nombrar esa sensualidad colectiva que el bar posee: ese estar entre muchos”.
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