Osvaldo Fresedo en Argentina Tango / España - El Pibe de la Paternal

¿Te acordás hermano que tiempos aquellos, cuando tenías los pantalones cortos y ya debutabas, en 1912, a tus quince años, tocando el bandoneón junto a tu hermano Emilio en violín y Martín Barreto en guitarra en el Café Paulín? Fue por eso que los del Barrio de Flores te llamaron El Pibe de La Paternal, de ese barrio de grandes futbolistas y tangueros en aquella Buenos Aires añorada. Hoy estás aquí, en el palco de tango que levantamos en España… y te digo a la distancia, Pibe de La Paternal, Osvaldo Fresedo… vamos a evocan como fueron esos tiempos viejos.
Nuestro invitado dio lustre al tango con una orquesta de marca mayor: la de Don Osvaldo Fresedo. Un sonido elegante en consonancia con la elegancia y modos de este bandoneonista, director, arreglador y compositor de gran mérito en el mundo del tango. Su orquesta ha lucido con un sonido propio, haciendo escuela y teniendo seguidores como Florindo Sassone por ejemplo. Es el ritmo de Fresedo al que le dan un toque muy personal el vibráfono, el arpa y accesorios de percusión. Estos ingredientes extras los ha utilizado con tal sutileza que hacen las veces de una marca de agua impresa sin estridencias con la firma del personal director, que ha obviado todo protagonismo a su instrumento, el bandoneón.
Con tres ciclos de actuaciones en Nueva York, una temporada en París, innumerables cruces del charco para actuar en Montevideo y giras por toda Argentina, Osvaldo Fresedo ha cubierto durante más de medio siglo una parte muy importante de la vanguardia tanguera. Sus cantantes, como Carlos Barrios a mediados de los cincuenta y Teófilo Ibáñez, Ernesto Famá, Roberto Ray, Ricardo Ruíz, Carlos Roldán, Oscar Zerpa, el cordobés Héctor Pacheco, Osvaldo Cordó, Armando Garrido, Hugo Marcel, Blanca Mooney o Roberto Bayot… se han caracterizado por sus estilos acordes con la elegancia del ritmo fresediano.
Las más importantes emisoras argentinas han luchado entre ellas para tenerle en las temporadas altas del otoño e invierno austral en sus horarios centrales y los grandes bailes de carnaval lo contaron como figura de atracción. A esta actividad ha sumado la de compositor con un sinnúmero de grandes temas: Re Fa Si, El Once, Arrabalero, Perdón viejita, Rosarina linda, Vida Mía, Volverás, el tema Nueva York que le inspira esa ciudad y muchos otros, siendo su hermano Emilio el autor de las letras en la mayoría de los casos.
Estamos hablando de un Osvaldo Fresedo que se enmarca por sus comienzos en los años diez, que se encuadra luego en el gran momento del tango de los cuarenta y que ha evolucionado hacia la renovación que ha supuesto Piazzola. Una demostración de ello es la ejecución del tango de Astor, Prepárense. Pero el que más nos llega al corazón es este Después del carnaval cuyo autor, el porteño y proveniente de importantes familias bonaerenses José Antonio Amuchástegui Keen, era entonces un estudiante universitario. Llegó a ser un prestigioso profesional y ministro de la provincia de Santa Fe. Lo canta Ricardo Ruiz y hay una sola orquesta que puede darle ese color, la de don Osvaldo, el otro gran Don Osvaldo del Tango. Su actuación en nuestro Palco decorado con gallardetes del Argentino Juniors, el club de los bichos colorados de su barrio, el que lo identificó para siempre como El Pibe de la Paternal.
Después del carnaval
Tango argentino
Letra y música: José Antonio Amunchástegui Keen
Se fueron las horas de algarabía
Que Momo brindara con alegría,
Callaron las risas de Colombina
Y Pierrot agoniza entre serpentinas.
Murió Carnaval y su cortejo
De alegre y rica bullanguería...
Cornetas y gritos se escuchan lejos,
Vibrando las almas al recordar.
Recordé que una noche el amor me brindó
Dos labios plenos de pasión y ardor...
Fue una noche que lloraban los violines
Un triste tango de promesas olvidadas,
Mientras la luna plateaba los jardines
Un beso ardiente en la noche palpitó.
Mas el encanto de aquellas horas
Al morir Momo se disipó,
Y con mi dolor a solas
Lloré la muerte de mi ilusión.
Hoy sólo escucho los tristes ecos
De aquella alegría y de aquel beso,
Mientras en las calles, las serpentinas
En llamas de fuego se ven quemar.
Y entre cenizas carnavalescas
Aun quedan ardientes, mis ilusiones,
Mi ensueño, el beso y las promesas
Prendieron la llama, de aquel soñar.
Mas no fue sólo un sueño de amor que brilló
Trajo también el placer, dolor...
Pues la ilusión también dejó su huella triste
Al ausentarse entre el cortejo que marchaba,
Llevándose con su alegre mascarada
Mi último sueño de amor, que ayer tejí.
Pues ya soñaba que fuera eterna
La breve dicha, que ayer viví,
Y con mi pesar yo ruego
Que vuelva pronto otro carnaval.
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