Nélida Puig y Tito Palumbo en Argentina Tango - Heladería Saverio de Buenos Aires

Las cosas suceden a veces porque sí. En la entrevista a Nélida Puig, hablando del barrio de San Cristóbal, Tito Palumbo, director de la Revista Buenos Aires Tango, dejó el mensaje que ponemos a continuación, que ha dado lugar a una “charla” entre ambos y se deriva en esta nota, a la que invitamos también a Carlos Gardel. Nos citamos en la clásica Heladería Saverio de ese porteñazo y tanguero barrio de la capital de Argentina
Tito Palumbo: Estimada Nélida Puig, ¿Te acordás que la heladería Saverio, en aquel entonces en la vereda impar de la Av. San Juan, traía todas las temporadas las novedades en materia de gustos desde Italia? Un abrazo tanguero.
Nélida Puig: Cómo no me voy a acordar, Tito Palumbo... Saverio era la cita esperada de todos los veranos... qué mágico era saborear aquella interminable y frutal "copa Saverio", en las mesitas de hierro ubicadas en el patio del local, bajo la parra... Me has hecho aflorar tantos recuerdos... Gracias... ¿vos también eras del barrio?... Un fuerte abrazo.
T. P.: Yo no era del barrio pero iba a visitar a mi tía y a mis primos que vivían en Cochabamba y Saavedra. Y me acuerdo que una vez, siendo chico, me agarré un empacho con chocolatines que compré a un mayorista de la entonces calle Jujuy. Y el recuerdo me viene porque ahora estoy comiendo chocolate, pero más medido. Un abrazo tanguero.
N. P.: Amigo Tito, no se vaya a empachar... ja!... Recuerdo muy bien la casa mayorista de golosinas y en este momento, estoy empachada de recuerdos de la infancia... me alegro que hayas disfrutado de mi querido barrio... Qué chico es el mundo... hace una semana estuve conversando con Roberto Aguirre, quien te nombró muchas veces y me regaló su libro... Otro abrazo tanguero.
Esta charla hizo que le pidiéramos a Nélida Puig que ampliara su comentario:
“Bueno, amigo, qué más decirte, si anoche hasta se me piantó un lagrimón, cuando me pareció entrar a la heladería de Saverio (a media cuadra de mi casa), de la mano de mi viejo y hasta sentí ese olor inconfundible a cremas, a frutas y a momentos felices... Cuando pedía un cucurucho, la mayoría de las veces lo pedía de sambayón, nunca comí uno igual y era el gusto preferido de mi viejo. También crema americana y frutilla a la crema, los sabores preferidos de mi vieja... Terapeutas abstenerse... jaja!
La heladería Saverio es toda una institución en San Cristóbal... Su fundador, Francesco Saverio Manzo, era el abuelo de "Pichón", uno de los "los chicos de la barra", con quienes a eso de los quince años de edad, compartíamos asaltos, risas, música y besos robados en plena función vermouth, de un cine de barrio... Él nos contaba que su abuelo fundador inició su empresa sobre Av. San Juan entre Catamarca y Carlos Calvo, en un pasillo del tamaño de un pañuelo y una elemental maquinita manual de hacer helados... un verdadero artesano, todo un ejemplo de trabajo y constancia... Cuando el pasillo le quedó chico para atender a la creciente demanda, se trasladaron al local de Avenida San Juan, casi esquina Jujuy, el mismo local que en mi infancia frecuentaba con devoción veraniega y en la punta de la lengua la palabra sambayón... pero había días especiales en que, a modo de refrescante cena, íbamos a regodearnos con una deliciosa y colorida copa helada, debajo del parral...”
Es así que quisimos adentrarnos en la historia refrescante de los Saverio… ellos mismos recuerdan que en 1909 Argentina contaba con 6.500.000 habitantes, un millón de ellos de origen italiano. Entre estos inmigrantes que llegaban diariamente al puerto de Buenos Aires, se encontraba un muchacho nacido en Salerno, Francesco Saverio Manzo, que se instaló en el barrio de San Cristóbal, precisamente en la avenida San Juan al 2700, casi esquina Jujuy.
El hombre tenía una habilidad, traída desde su tierra natal. Sus helados caseros eran la delicia de todos sus vecinos y amigos, de tal manera que, por consejo e insistencia de sus conocidos, comenzó a fabricarlos para su comercialización. A la muerte de su fundador, se hizo cargo su hijo Antonio, que hizo crecer el negocio. Por aquellos años se elaboraba helado al agua y se denominaba "uso Nápoli", más tarde aparecieron las cremas heladas.
Hasta el año 1966, SAVERIO funcionó en la casa particular de los Manzo, que, según testigos, tenía una hermosa parra y hasta una cancha de bochas. En ese año, se mudó a sus amplias instalaciones ubicadas sobre la Av. San Juan 2816, que tiene capacidad para 150 personas y un agradable jardín ubicado al final del salón.
Y nos vamos al encuentro de Enrique Cadicamo para que aporte sus recuerdos, recogidos en “Mis memorias”: "Con el actor Ricardo De Rosas, hermano de Enrique, pensando en Gardel, habíamos bosquejado una comedia con intercalaciones de tangos, con miras a una película, a la que habíamos titulado "Cantó un zorzal en París", y que nos había parecido muy apropiada para él por tratarse de la biografía de un supuesto cantor de tangos.
Hablamos con Razzano para que le hiciera conocer a Gardel nuestro deseo y una noche el cantor nos manda buscar con su chofer El Aviador, quien nos lleva en la flamante convertible Chrysler que había traído de París en este último viaje, a la famosa heladería "Saverio" de la calle San Juan, donde el divo acostumbraba ir frecuentemente a tomar helados.
Lo hallamos en una de las mesas de la vereda con Razzano. Nos recibió sonriente y afectuoso recomendándonos de entrada "los de limón", mientras comenzamos a contarle en forma sintética de qué se trataba el argumento. Nos escuchaba con entusiasmo y al terminar de esbozarle la idea nos felicitó... Durante el tiempo que estuvimos conversando, Gardel no dejó en un solo momento de comer helado tras helado. Al levantarnos para irnos, y luego de firmar los autógrafos a algunos admiradores, nos llevó en su auto al centro.
En SAVERIO aún se conserva el espíritu del "Morocho del Abasto", su eterna sonrisa y el mismo helado de limón que disfrutaba el gran cantor nacional. Homero Manzi, Francisco Canaro y Aníbal Troilo, entre otros, siguieron el ejemplo del "Zorzal criollo" y eligieron SAVERIO".
Nosotros, en el verano europeo del 2012, soñamos a doce mil kilómetros con encontrarnos con Nélida y Tito, llegarnos a Saverio y olvidarnos una tarde noche porteña de toda recomendación dietética, para seguir la estela del Morocho del Abasto y tomarnos un helado tras otro, mientras charlamos de tangos y la vida, que es lo mismo, con estos excelentes conocedores de los avatares de ambas cosas, el tango y la vida.
Eduardo Aldiser
Argentina Mundo recorriendo con el tango argentino los cien barrios porteños
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